Es un pueblo amable, de calles amplias y cuidadas con esmero, salpicadas de jardines y espacios para el descanso.

Recorrer la villa botánica de Cañete es recorrer un jardín urbano, donde las plantas ganan protagonismo a cada paso. Cañete atesora rincones, mimados por los vecinos, donde se derrama el color en sus macetas y paredes.

Su castillo, con la torre del homenaje, vestigio de su historia, forma parte de este paisaje urbano.

Cañete huele a flor y sabe a aceite de oliva, arropado por una extensa campiña, donde el olivo es el protagonista

por excelencia.